CONFESIÓN
Confieso
que temo los dos metros cerca de ti, el latir del corazón es cómplice
de glándulas de sudor, las que no se privan, las que delatan emociones
ante tu cercanía; el tiempo y el espacio me llevan a ti y al saludo de
esa peculiar sonrisa; huecos en las mejillas, labios completamente rosa,
un par de vellos bebés recordándome la fragilidad de tu inocencia, ese
labio inferior que pide a gritos una fugaz amistad con mis dientes.
Confieso que es inevitable tratar de encontrar el patrón del papel tapiz camuflado en tus ojos, aquellos destellos verdes opacados por onduladas
pestañas responsables de delatar expresiones. Es ahí cuando siento que
mis mejillas corren a tu cara para presenciar el nacimiento de tu barba,
mi pulso se convierte en un bit imparable que motiva a cada
extremidad en busca de un sentir. Confieso que daría todo por tener tu boca
como plantilla de mis sentidos, confieso que aunque jamás lo sabrás fue
placer escribir por ti.
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